martedì 2 dicembre 2008

hay pocas tardes que hayan anochecido tan viejas como esta. la lluvia rebotando en las ventanas como vómito vespertino es vieja, tiene más de un año de licor café servido en vaso de güiski.
es fácil, mis piernas están cansadas y la melancolía me está resbalando por la piel como el agua porel cristal, exactamente igual. estoy rodeada de teléfonos móviles, de botellas vacías, de sábanas sucias y de ausencia pesada y fría como las columnas de una plaza del siglo xvi. me siento adolescente, torpe, amorfa y llena de desdicha, como si el acto de echar de menos se hubiera encarnado bajo mi piel y me hubiera deformado horriblemente, hasta doblar mi volumen en un 117 %.

pero está bien, la noche, están bien las bacterias y las calles frías y empapadas de perugia, como si toda la ciudad acabara de tener un orgasmo brutal y se retorciera en su lecho llena de placer terminado, con los ojos cerrados y una mano todavía en su pubis, buscando a alguien con la cabeza, sin pensar en nada todavía, con su pelo extendido, un rosario de pecados enredados y desconocidos por todos.

y yo estoy extrañamente triste y bebo licor café porque me recuerda que es verdad que hay cosas que no son un sueño y que exisiten a miles de kilómetros de distancia de aquí.

a miles de kilómetros.

y leo un libro de bryce echenique o veo porno o lloro despacio sin que me caiga ninguna lágrima. y está. bien. está.


10.