venerdì 16 ottobre 2009

aún me acuerdo de los dos días en los que tenía unas ganas enfermizas de escuchar prodigy, sólo dos días de mi vida, por lo que hipotéticamente podría llegar a representar. días de bellísimos futuribles que nunca llegaron.


llegaron otros mejores.


es imposible mentir cuando el asfalto sobre el que caminas huele a ficción que apesta. había una vez una niña que inventó su propia vida como si fuera un cuento y se quedó atrapada en él. desde entonces siempre que paseaba por la ciudad le venían a la mente escenas sórdidas y maravillosas que no era capaz de precisar si habían sido ciertas o se las había inventado. la niña camina con gafas de sol y lo mira todo con una distancia un poco cínica y un poco melancólica (aunque antes de reconocerlo dejaría que le arrancasen un brazo)

deja que las cosas del cuento que escribió resbalen sobre ella sin hacer demasiado caso, véase, jorge edwards, la implantación de un diu, la muerte de xose anxo fernández roca, las clases de poesía con pilar yague y los pantalones cada vez más sueltos y los cinturones cada vez más apretados.

se acuerda de las obsesiones que tenía a los siete años: los laberintos, las espirales, viajar en el tiempo y su propia sombra. a veces la pisaba para intentar desprenderse de ella, zapateando sobre las calles de madrid como una malísima bailarina de claqué y muy frustrada. aún arrastra la frustración.


también las espirales.